lunes, 26 de octubre de 2009

ROUSSEAU/Eduardo San Pedro


Jean-Jacques Rousseau (Ginebra Suiza 1712 -1778 Francia) fue escritor, filósofo, músico; usualmente es definido como un ilustrado, pero parte de sus teorías son una reforma a la Ilustración y prefiguran el posterior Romanticismo.


Las ideas políticas de Rousseau influyeron en gran medida en la Revolución Francesa, el desarrollo de las teorías republicanas, y el crecimiento del nacionalismo. Su herencia de pensador radical y revolucionario está probablemente mejor expresada en sus dos más célebres frases: «El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado»; la otra: «El hombre es bueno por naturaleza», de ahí su idea de la posibilidad de una educación.


Nació en Ginebra cuando ésta no se había integrado a Suiza y era independiente, el 28 de junio de 1712. Era hijo de Isaac Rousseau relojero como su padre y su abuelo que muere a sólo nueve días del nacimiento de Jean-Jacques y era hija del ministro calvinista Jacques Bernard. La familia Rousseau, de origen francés, se había exiliado a Ginebra en 1549 a causa de la persecución religiosa. Huérfano de madre, es criado por su familia paterna: a su tía y a su tío paterno Samuel Bernard, ingeniero militar; Jean-Jacques los tomará como si fueran sus segundos padres. Debido a una acusación infundada, en 1722 su padre se ve obligado a exiliarse de Ginebra y deja al joven Rousseau al cuidado de su tío Samuel Bernard, con quien tiene una infancia, una educación y unos comienzos que, aunque difíciles, él califica como la etapa más feliz de su vida. Para darle una buena educación, su tío lo mandó, junto con su propio hijo, de pupilo a casa de un pastor calvinista llamado Lambercier, en Bossey (al pie del Salève, al sur de Ginebra) y pasa dos años en casa del pastor. Al abandonar el pupilaje, su tío le consigue trabajo como aprendiz de relojero, y en 1725 con un maestro grabador.


El carácter de Rousseau era muy inestable y tremendamente difícil. Infeliz, aquejado de manía persecutoria y fuertemente psicótico, a los dieciséis años, Rousseau huyó de su localidad natal: en sus memorias tratará de justificar esta fuga por las supuestas injusticias y dificultades de que era objeto, si bien tendía a exagerar todo perjuicio que se cometía en su contra. Tras peregrinar un tiempo, se estableció en Annecy, tutelado por una dama ilustrada (que le proporcionó una educación esmerada y ayudó en su afición por la música) que sería para él a la vez una madre y una amante. Tras una enfermedad grave, fue preceptor en Lyon e hizo contacto con Fontenelle, Diderot y Marivaux. Pasó más tarde a ser periodista. Recorre muchos kilómetros a pie por la zona de los Alpes, con lo que forja su carácter de «paseante solitario».

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